Desarrollo de la Sesión

Bases para una Europa Plural e Integradora

Bases para una Europa Plural e Integradora

María José

María José Rodríguez

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Enrique Díez


Solo podremos Construir una Europa inclusiva y democrática frente al auge del fascismo y la xenofobia saliendo del capitalismo

La narrativa y la agenda del neofascismo está radicalizando el discurso tradicional conservador y neoliberal, siendo gran parte de sus postulados asumidos en la UE y en España por la derecha y los neoliberales, sobre todo las políticas migratorias, claramente discriminatorias y punitivas, y las políticas represivas en materia de derechos y libertades.

La extrema derecha está cumpliendo la función de ocultar las raíces reales de la injusticia social y la crisis sembrando la discordia entre los perdedores del modelo neoliberal, fomentando, por una parte, el orgullo de sentirse superior y, por otra, canalizando la ira popular hacia los colectivos más vulnerables. Así, mientras se alimenta la guerra entre pobres, los cenáculos neoliberales siguen repartiéndose el pastel y la fractura social se acrecienta.En el capitalismo y su agenda neoliberal el migrante es concebido solo como mano de obra barata, destinados sólo a determinados sectores laborales. Esto ha llevado a una construcción jurídica y social de una noción de migrante como persona trabajadora extranjera sometida a una condición de inestabilidad y vulnerabilidad, centrada en el reclutamiento de las personas migrantes “necesarias y convenientes”, que sólo vienen para hacer su trabajo y deben volver a su país de forma inmediata –por lo que todos los demás, que no están en esas condiciones, son ilegales–. Cuando resultan innecesarios, se les envía de regreso a su país.

Por eso se mantienen las injustas relaciones de explotación internacionales que impiden el “desarrollo” del sur, manteniendo así un flujo constante de mano de obra migrante necesaria. Esta migración es la cara oculta de las políticas de libre comercio. Las personas no hipotecan su futuro y se juegan la vida en el paso de las fronteras sólo porque ambicionan mejorar un poco. Lo hacen porque los cambios en su país los han dejado sin trabajo, sin tierras, sin oportunidades: tierras de cultivo convertidas en fábricas dedicadas a la exportación o en plantaciones de régimen industrial, o inundadas por presas gigantes.

Y si establecemos fronteras abiertas. Lo que se ha hecho dentro de la UE, pero hacerlo de forma global. ¿Qué pasaría? ¿Efecto llamada, como aseguran quienes están en contra? No tiene por qué ser cierto, pero aunque lo fuera, igual podríamos “llenar” la España vaciada. Igual nos obligaría a repartir de forma más justa todo lo expoliado durante años a esos países del sur. Igual nos forzaría a dejar de seguir expoliándolos y de provocar guerras en el tablero geopolítico del poder global y plantear algo básico: o salimos todos y todas juntos en este planeta o acabaremos extinguiéndonos como especie y consumiendo el propio planeta. Por lo que deberíamos establecer un modelo de justicia social que repartiera de forma equitativa los recursos del planeta y sirviera para que nadie se viera obligado a tener que abandonar a su familia, su tierra y su futuro para vivir con dignidad.

Porque el desafío que nos plantea la inmigración no es cómo insertar en nuestro orden de las cosas (la lógica del mercado) a quienes vienen, lo que siempre se concreta en qué cambios deben realizar los inmigrantes, sino que es precisamente cómo cambiar ese orden de las cosas para generar otra política internacional y estatal.

Las dos condiciones básicas para ello es hacer posible y efectivo el reconocimiento del derecho a la libre circulación como derecho humano universal y, junto a ello, promover el establecimiento de relaciones internacionales equitativas, uno de cuyos instrumentos fundamentales debe ser la estrategia de romper las relaciones internacionales de explotación. Dicho de otro modo, “¿por qué, en lugar de reivindicar eternamente la regularización de los recién llegados, no reivindicar mejor la abolición del estatuto de extranjero, estatuto necesariamente discriminatorio y excluyente y, de ese modo, la abolición de los «papeles»?”

Esto implica cuestionar el modelo de ciudadanía liberal anclada en la nacionalidad, apuntando a la necesaria extensión de la ciudadanía a un verdadero modelo de ciudadanía postnacional y postcolonial: la ciudadanía universal, plural e inclusiva que requiere toda sociedad mestiza

Esta propuesta es tan “utópica” como cuando las mujeres exigieron el voto,

tan “absurda” como cuando los indios demandaban su reconocimiento jurídico como pueblo,

tan poco “realista” como cuando los gays peleaban por el derecho a ser diferentes,

tan “radical” como cuando los insumisos nos oponíamos a ser parte de los aparatos de guerra del Estado español.

Para eso sirve la utopía, como decía el poeta Eduardo Galeano, para caminar.

Debemos y podemos abrir las fronteras y proclamar la libertad de circulación y de instalación. Debemos y podemos construir una ciudadanía universal, un mundo sin muros.