Desarrollo de la Sesión
El papel de la educación en la integración de una Europa multicultura
Conferencia Mabel Lozano
Conferencia Enrique Díez
Las Naciones Unidas estiman que más de cuatro millones de mujeres y jóvenes son traficadas para la industria sexual cada año y que el valor del mercado del tráfico de mujeres está estimado a escala mundial entre los 7.000 y 12.000 millones de dólares anuales; un tráfico rentable y con menos riesgo que el de la droga o el de las armas, con posibilidad de aumentar (El País, 17 septiembre 2005).
No se puede separar tráfico de “blancas” con prostitución. Éste es el segundo negocio mundial más lucrativo, tras el tráfico de armas y antes que el tráfico de drogas, dirigido por y para los varones, donde la mujer sigue perpetuando su papel de sometida y violentada, complaciente de los deseos naturalizados del varón. Porque la naturalización del impulso sexual masculino sigue siendo justificada: “siempre habrá prostitución”, se afirma con contundencia. En este sentido, para evitar males mayores, se consiente como mal menor la existencia de mujeres prostituidas y traficadas.
La prostitución sólo tiene una justificación —no en cuanto a su aceptación, sino a su razón de ser— y ésta se refiere a la posición desigual entre géneros, en donde el género masculino ha triunfado a base de sometimiento y ocultación del género femenino. La prostitución refleja, claramente, la exaltación de poder del varón sobre la mujer. La prostitución hoy sigue siendo, como ayer, una violencia de género cuya génesis está en las desigualdades estructurales. No es el oficio más antiguo del mundo, sino la esclavitud más antigua del mundo.
DEBATE: ¿La prostitución tiene que considerarse como una profesión regulada, exactamente como otra cualquiera, o se trata de una forma de violencia de género extrema ante la que debemos establecer todos medios para abolirla persiguiendo la demanda?
Conclusiones:
Debemos centrar el problema en sus protagonistas los hombres: se mantiene y se sostiene en el comportamiento nuestro. No existiría sin demanda masculina.
No es una práctica sexual: no hablamos de sexo, ni de sexualidad. Sólo desde el punto de vista de los hombres prostituidores podríamos decir que tiene que ver con su genitalidad, una visión profundamente patriarcal de concepción del sexo en todo caso. Para las mujeres es solo un medio de obtener dinero y no tiene nada que ver con su propia sexualidad.
Una forma de violencia extrema contra las mujeres: soportarla equivale a lo que en otros contextos se define como acoso o abuso sexual. Acaban sufriendo mismos traumas que veteranos de guerra y víctimas de tortura.
Los hombres no tenemos una necesidad sexual biológica insoslayable, como el comer o el beber. Todos pasamos por períodos largos de la vida sin relaciones sexuales y no nos morimos.
No es el “oficio” más antiguo del mundo, es la explotación, la esclavitud y la violencia de género más antigua que los hombres hemos inventado para someter y mantener a las mujeres a nuestra disposición sexual.
Informe sobre explotación sexual y prostitución y su impacto en la igualdad de género del Parlamento Europeo, 2014 (pg. 6 y ss.): la prostitución representa una forma de esclavitud incompatible con la dignidad de la persona y con sus derechos fundamentales, constituye una de las violaciones de los derechos humanos más atroces y es una forma de violencia contra la mujer. Tiene un efecto en la posición social de las mujeres y los hombres en la sociedad, así como en la percepción de las relaciones entre mujeres y hombres y en la sexualidad y, por lo tanto, es al mismo tiempo causa y consecuencia de la desigualdad de género. Y explica que toda política relativa a la prostitución repercute en la consecución de la igualdad de género, afecta a la comprensión de las cuestiones de género y transmite mensajes y normas a la sociedad.
Tenemos el deber de imaginar un mundo sin prostitución, lo mismo que hemos aprendido a imaginar un mundo sin esclavitud, sin apartheid, sin violencia de género, sin infanticidio ni mutilación de órganos genitales femeninos. No podemos renunciar a nuestra utopía de trasformar la sociedad y educar en igualdad a hombres y mujeres.